El sabor de la tierra: vinos tinerfeños
Con cinco Denominaciones de Origen (DO), la isla de Tenerife recoge una gran variedad vitivinícola. Los vinos blancos y aromáticos son los que predominan en un sector que cada vez más apuesta por las experiencias enoturísticas.
Foto: Contiempo Bodega
La tradición del cultivo de la vid se remonta a la época de los romanos. Fue en ese momento cuando se introdujo el cultivo de la vid en las Canarias. A día de hoy, la isla dedica 8.000 hectáreas a la producción de uva. Aunque existen variedades autóctonas de tintos y rosados, los blancos son el emblema de Tenerife. La Malvasia es la que históricamente ha adquirido más notoriedad.
Malvasia
Esta variedad de color dorado e intenso aroma, destaca por su carácter afrutado. La malvasia fue durante varios siglos el motor económico de la isla. El denominado Canary Sack a nivel internacional, era uno de los más cotizados de Europa y del mundo. En la actualidad, sigue siendo muy apreciado por enólogos de todo el mundo y es uno de los reclamos de las actividades enoturísticas que se desarrollan en la isla. Prueba de este reconocimiento es el Museo de la Malvasia que se encuentra en Icod de los Vinos.
Actividades enoturísticas
¿Qué mejor manera de conocer la tradición vitivinícola de una región que haciendo una cata de vino? Esta es una de las opciones que ofrecen la mayoría de las bodegas de la isla. Esta suele acompañarse con visitas al viñedo y a la plantas de producción para dar a conocer el proceso de elaboración.
La oferta turística en este sector ofrece cada vez experiencias más singulares. Los visitantes pueden intervenir en distintas partes del proceso de elaboración, dependiendo de la época en que visiten la bodega: desde podar la vid, participar por un día en la vendimia, o actividades más lúdicas como realizar un paseo con bici entre cepas.
Riqueza de variedades
Tenerife cuenta con un centenar de bodegas repartidas en cinco DO: Albona, Valle de Güímar, Valle de la Orotava, Ycoden-Daute-Isora y Tacoronte-Acentejo. La tierra volcánica y las altitudes elevadas (alcanzando los 1.400 metros en algunas ocasiones) son las singularidades de este cultivo en la isla. Estos condicionantes, unidos a un clima tropical, dan como resultado unos vinos de sabor anisado que maridan a la perfección con quesos y postres.
Foto de portada: fotonazos.com
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